Si bien Microsoft puede estar satisfecha con sus resultados para el trimestre con el que cerraba el año financiero de 2024, no todas sus divisiones funcionan igual de bien. Como apuntaba mi compañero Javier Lacort, no solo ayuda a hacerse una idea de cómo va la todopoderosa compañía, sino que es un buen termómetro del estado de la industria. Y en el caso del sector de los videojuegos, da algunas pistas sobre su futuro.
Microsoft va bien, salvo alguna cosa. Microsoft puede presumir de unos ingresos de 64.700 millones de dólares, un 15% más interanual. Suponen un beneficio neto de 22.000 millones de dólares, con un crecimiento del 10% interanual, y Azure creció un 29% en ingresos (algo por debajo de lo esperado por los analistas, eso sí). El problema llega con el descenso de los ingresos por hardware de Xbox, que cayeron un 42%.
Un largo proceso. Esta llamativa bajada supone la continuación de un proceso de caída del hardware, ya que Xbox ha registrado descensos interanuales en los ingresos por ventas de consolas en seis de los últimos siete trimestres (y siete de los últimos nueve). Las previsiones de la propia compañía, según cuenta GamesIndustry.biz son que las ventas de hardware vuelvan a disminuir en el próximo trimestre fiscal, que finaliza en septiembre.
El más grave hasta ahora. Sin embargo, desde el lanzamiento de Xbox Series X/S en 2020, nunca habíamos presenciado una caída tan severa. Y aunque Microsoft no da cifras de hardware vendido, el analista Daniel Ahmad estimaba que Microsoft había vendido solo 900.000 unidades de sus consolas en el trimestre previo, que acabó en marzo. Una cantidad muy inferior a los 4’5 millones que vendió Sony de sus PS5.
Se adelantó el pico. Estas cifras nos dan unos cuantos elementos en los que pensar: por una parte, todo parece indicar que Xbox ha llegado a su pico de ventas. Pero lo hizo inusualmente pronto, en 2022, cuando solo hacía dos años que había llegado a las tiendas. Lo habitual en estos casos es que suceda después del cuarto o el quinto año de ventas, tal y como ha sucedido con Nintendo Switch, que lleva a la venta desde 2017.
El futuro para Xbox. El negocio de los videojuegos no va mal del todo para Microsoft: su apartado de gaming disparó sus beneficios un 61%, pero los analistas afirman que se trata al efecto de la compra de Activision Blizzard (que le costó a Microsoft casi 70.000 millones de dólares, así que las cuentas siguen sin salir, al menos a corto-medio plazo). ¿Qué le queda a la compañía? Claramente, Game Pass.
Se acabó lo físico. Si las cosas siguen así, Microsoft podría acabar prescindiendo de su rama de hardware y centrando sus esfuerzos en el crecimiento de Game Pass, sobre todo ahora que, gracias a las recientes subidas de precio, presumiblemente va a dar mayores beneficios. Acciones como la compra de Bethesda o Activision claramente van orientadas, aunque sea parcialmente, a dominar en el juego por suscripción y en la nube, igual que también van en esa línea declaraciones que apuntan al juego en pantallas hasta ahora propiedad exclusiva de la competencia.
El hardware, para Japón. Es todavía pronto para proclamar que el hardware en los videojuegos se va a fabricar exclusivamente en Japón, a manos de Sony y Nintendo. Pero lo cierto es que todos loa pasos de Xbox van en esa dirección, empezando por la propia existencia de Xbox Series X/S como una versión musculada de Xbox One, no como un golpe de timón total. Pero además tenemos los acuerdos con las Smart TV de Samsung, la política de que las consolas no sean estrictamente necesarias para acceder a Game Pass, las filtraciones que hablan de la nube como protagonista de los planes futuros de la compañía…
Sin embargo, fracasos como el de Stadia o inventos que no despegan como Luna hacen pensar que el juego en la nuba aún no está maduro. Interrogantes y más interrogantes que no hacen sino corroborar que el futuro de la industria es más incierto que nunca.
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