La PlayStation de Sony y la Xbox de Microsoft llevan años compitiendo en el mercado de las consolas de videojuegos. Parte de su éxito inicial se basó en el lanzamiento de títulos exclusivos: si querías jugar a ‘Uncharted’ o ‘The Last of Us’ tenías que comprarte una PlayStation, pero si te apetecía jugar a ‘Halo’ o a ‘Gears of War’ tenías que comprarte la Xbox.
Las cosas se mantuvieron igualadas durante años, pero la debacle del lanzamiento de la Xbox One hizo que Sony cogiera carrerilla. Se vendieron prácticamente el doble de PlayStation 4 (117,2 millones) que de Xbox One (58 millones).
Las cosas no parecen haber mejorado con la PS5 y las Xbox Series S/X. Microsoft dejó de dar cifras de ventas hace tiempo, pero las últimas estimaciones revelan que Sony lleva vendidas 61,7 millones de consolas de nueva generación, mientras que Microsoft ronda los 21 millones.
Es decir, el triple, y la brecha va a más, porque en el segundo trimestre del año los expertos estimaron que se vendían cinco PS5 por cada Xbox Series S/X. Un desastre para los de Redmond.
Así que en Microsoft buscaron una forma de compensar esas pérdidas. Y parecieron encontrarla con Game Pass, un servicio de suscripción que permite a los jugadores disfrutar de un amplio catálogo de juegos mientras paguen la cuota mensual.
Uno de los grandes atractivos de Game Pass fue que además esos suscriptores podrían disfrutar desde el día uno de lanzamiento de los juegos «de la casa», los títulos exclusivos que hasta entonces había que comprar aparte. Microsoft no se paró ahí, y comenzó a hacer una inversión gigantesca en estudios de desarrollo de videojuegos: pagó 7.500 millones de dólares por Bethesda Softworks, pero sobre todo desembolsó 69.000 millones de dólares por Activision Blizzard.
Todo parecía prometedor: esas adquisiciones parecían reafirmar el futuro de Game Pass, nutriéndolo de títulos muy queridos por los jugadores e incluyéndolos en una oferta que ya de por sí era buena.
Y entonces, algo pasó.
Microsoft comenzó a tomar de nuevo decisiones erráticas. Tras completar la adquición de Activision Blizzard en un largo proceso, acabó despidiendo a 1.900 de sus empleados (el 8% de la plantilla de esa división) para luego comenzar a anunciar sucesivos cierres de estudios de desarrollo. Tras comprar Bethesda, cerró Arkane Austin (‘Redfall‘), Tango Gameworks (‘Hi-Fi Rush‘ y ‘The Evil Within‘) y Alpha Dog Studios (‘Mighty DOOM‘). Eso planteaban la pregunta lógica: ¿qué pasa con esos juegos?
Algunos seguirán funcionando junto a sus servidores. Otros han acabado pasando a otras manos: afortunadamente Tango Gameworks acabó siendo adquirido recientemente por Krafton. Aún así, el futuro es incierto para otros títulos, y el ambiente en la división de Microsoft se ha enrarecido.
Lo confirmaba hace unos meses Sarah Bond, presidenta de Xbox, que hablaba de que su intención era valorar si un videojuego tenía recorrido a largo plazo. Explicaba que la industria del videojuego atraviesa un momento muy complicado, ya que el crecimiento de la misma no se refleja en forma de cifras:
«En el último año más o menos, los videojuegos se han mantenido estancados. Incluso en 2023, vimos algunos lanzamientos tremendos, juegos rompedores. Pero aún así, el crecimiento no acompañó a todo eso. Y ya sabes, mucho de eso está relacionado con nuestra necesidad de atraer nuevos jugadores y hacer que los juegos sean más accesibles. Pero todo eso ha sucedido al mismo tiempo que el coste asociado con la creación de estos hermosos juegos AAA de gran éxito está aumentando y el tiempo que lleva hacerlos también aumenta.
Entonces, gran parte de nuestro enfoque en Xbox se trata de cómo hacemos las cosas para ayudar a toda la industria, al mismo tiempo que nos aseguramos de que nuestra marca, ya sabes, todo lo que hacemos esté presente en este momento de transición relacionado con algunas de las tendencias que estás identificando.»
Hay otras decisiones llamativas y que hace años hubieran sido impensables. En febrero Microsoft anunciaba que cuatro de sus exclusivos llegarían a la PS5 y la Nintendo Switch, y esa estrategia se ha ido consolidando: ‘Indiana Jones y el Gran Círculo‘, uno de los exclusivos más esperados de este año para las Xbox, dejará de serlo en la primavera de 2025, cuando también estará disponible para la PS5. ¿A qué suena eso?
A derrota.
Aquí Microsoft quiere maximizar los ingresos: poner sus exclusivos a disposición de otras consolas permite que puedan vender más copias de esos juegos, pero hace que sus consolas ya no sean ese «candado hardware» que era requisito fundamental para disfrutarlos. Es una buena noticia para los jugadores e incluso para Sony o Nintendo, pero ¿para Microsoft? Eso es más difícil de decir.
La estrategia de Microsoft con sus exclusivos es además extraña. Algunos títulos como ‘Starfield‘ no parece que vayan a estar disponibles en la PS5 a corto plazo, mientras que el citado juego de Indiana Jones sí llegará a la consola de Sony tras pocos meses de aparecer en la de Microsoft. Mientras, títulos como ‘DOOM: The Dark Ages’, llegarán en 2025 simultáneamente a la Xbox, al PC y a la PlayStation.
La estrategia es igual de confusa en otros títulos. Obsidian, el estudio que fue comprado por Microsoft en 2019, publicó recientemente versiones para PlayStation de ‘Pentiment‘ y ‘Grounded‘, pero curiosamente no tiene intención —al menos de momento— para ofrecer esa alternativa en su próximo videojuego, ‘Avowed‘, que se lanzará en febrero de 2025 para Xbox y PC. No hay quien se aclare.
Por detrás de esta singular, errática (¿y loca?) apertura están los potenciales planes para que Game Pass siga expandiéndose y acabe estando, al menos de alguna forma, disponible para otras plataformas.
Pero mientras todo eso pasa, siguen llegando también malas noticias de Microsoft para sus jugadores. Los precios de Game Pass subirán en todo el mundo, pero lo harán además empeorando el servicio en muchos aspectos: solo en Game Pass para PC y Ultimate se disfrutará de juegos en el día uno, mientras para que los suscriptores de Game Pass Estándar —que sustituye a Game Pass para consolas— esos títulos tardarán un año o más dependiendo del juego.
Estamos pues ante dos potenciales problemas gravísimos para Microsoft. El primero, la pérdida de interés en el hardware —las consolas—, que ya está en un momento difícil aunque quizás haya sorpresas en el futuro. El segundo, aún más preocupante, la pérdida de interés también en Game Pass, un servicio de suscripción cada vez más caro y restrictivo para los jugadores.
Veremos cómo los resuelve la compañía… si es que los resuelve.
En Xataka | Las ventas de Xbox se están viniendo abajo… pero Microsoft vende cada vez más juegos para PlayStation